La Biblioteca Estelar

viernes, 5 de julio de 2013

Reseñas: Los Cuatro Acuerdos. Dr. Miguel Ruíz

Estimados amigos, regreso a este espacio para darles cuenta de un libro que acabo de leer y que siéndoles muy honesto no pensé que fuera a tener el impacto que tuvo dentro de mi lista de lectura.  Normalmente me considero un lector que busca la vieja escuela filosófica y "novelística" como medio para traer a mi vida cotidiana aquellos valores y conceptos originales que forman al ser humano en su esencia y que creo que hoy por hoy se van perdiendo en la sociedad que vivimos. Bien dicen que las casualidades no existen en la vida, quizá sea una retórica perteneciente justo a los viejos adagios, pero tras leer "Apocalípticos e Integrados" de Umberto Eco (del cual les rendiré cuentas en otra entrada), honestamente no pensé que el libro del Dr. Miguel Ruíz, "Los Cuatro Acuerdos" fuera a ser una ligera bocanada de frescura para mi vida personal en estos momentos.

Comenzaré por contarles la estructura general del libro.  Es una obra bastante ligera, con lenguaje sencillo y directo que para un lector ávido puede ser leído en unas horas, o en un par de días si se quiere hacer una lectura concienzuda. El autor despliega de manera sencilla la premisa de su libro que gira en torno a la filosofía tolteca y su aplicación para la vida cotidiana encapsulada en cuatro acuerdos: palabras implacables, no tomarse nada personalmente, no hacer suposiciones y hacer siempre lo mejor que se pueda

La premisa es, cada uno de nosotros formamos nuestra vida basándonos en acuerdos personales; acuerdos representados en esquemas, emociones, criterios y formas de reaccionar ante las situaciones de la vida que emanan de lo que aprendemos de nuestra familia, escuela, así como nuestro entorno, y que reproducimos día a día.  Cada persona al interactuar con la sociedad  va dejando la huella de su bagaje emocional aprendido a lo largo del tiempo.  Esto obviamente no representa nada novedoso, sabemos que así funciona el proceso, lo interesante de la obra radica en algo tan simple, pero a la vez tan complejo que es cómo sobrevivir a dicha interacción y encontrar si no la paz, por lo menos el balance para crecer como personas y trascender hacia nuestra propia tranquilidad y satisfacción.

La virtud de los conceptos presentados por el Dr. Ruíz es, a mi gusto, el sembrar una semilla en nuestro imaginario sobre la otredad, es decir la aceptación del otro, del prójimo, y que éste no es un obstáculo para nuestra trascendencia sino un compañero de viaje, un colega que dentro de nuestra "película" juega la suerte de un "co-estelar".  Los acuerdos son un recordatorio de que podemos romper nuestros "acuerdos" y liberarnos del yugo personal, del "juez y víctima" (en términos del Dr. Ruíz) que vive en nosotros.  

Resalto dos de los acuerdos que más me enriquecieron, "no te tomes nada personalmente" y "haz siempre lo mejor que puedas". Podemos ejemplificar el primero con un caso tan recurrente: el trabajo.  Cuántos de nosotros no nos quejamos diariamente de una persona que nos dificulta nuestro accionar, "nos hace la vida de cuadritos", "nos bloquea"; pues bien, el acuerdo es comprender que así como nosotros, esa persona tiene dentro de sí un sistema de acuerdos que ha desarrollado en su vida y que la lleva a ser como es, su "veneno emocional" o en términos coloquiales la basura que nos avienta al gritarnos, ofendernos o envidiarnos, es su forma de desahogar carencias derivadas de su vida y de las cuales ni ellos ni nosotros tenemos culpa.  La solución es precisamente entender eso y pensar que somos libres de cargar con ese veneno, permitir que la otra persona sea, pero teniendo en alta consideración que nuestro lugar y valía está más allá de lo que nos "arrojan".

Por su parte "hacer siempre lo mejor que podamos", me parece que es una frase muy poderosa en muchos sentidos, ya que es el testimonio de que estamos dispuestos a crecer personalmente y que dicho crecimiento está marcado por la libertad de decidir y de ser.  Cuando entendemos que nuestra persona es lo suficientemente poderosa para librarse de los miedos (que es lo que nos detiene a hacer cosas y elegir libremente) y del sufrimiento, es que llegamos al punto en que el rumbo que elegimos es precisamente el camino que nos llevará a la armonía y satisfacción.  

Como les mencioné anteriormente, el libro no tiene el hilo negro, ni la panacea, mucho menos me parece un libro que tienda a la "iluminación" (quizá los toques místicos de la cultura tolteca pudiera llevar a pensar eso), pero fue una grata sorpresa para mí, en tanto que necesitaba que me recordaran una cosa: no necesitamos justificar nuestra existencia y somos completos poseedores de nuestro propio rumbo.

Podría resumir lo que significó el libro para mí en una frase: "Las cadenas fueron inventadas por aquellos que refugiados en el miedo, temieron de su propia felicidad y fuerza".

Si un día tienen tiempo, les recomiendo esta obra, es una buena invitación a reflexionar. Aprovecho para agradecer a mi amigo Israel por haberme prestado su libro.


César D. Armenta